jueves, 21 de febrero de 2013

Es necesario escribir Verdades. Todo escritor tiene esa única obligación, no callar.  A partir de la exposición, de la desnudez, todo puede ser combatido. Se debe tener cuidado con las palabras, el lenguaje es y será el mayor arma de dominación.     

sábado, 21 de abril de 2012

Shhh...

Hubo un silencio...




Se instaló, un tiempo


Es el silencio
el que me permite
escuchar mi respiración


                                                                     y la tuya                       



sábado, 10 de marzo de 2012

Puerco-espines

Quiero encontrar ese punto medio, el de los  puerco-espines, ese punto dónde podemos sentir el abrigo sin dañarnos con nuestras propias espinas. 

sábado, 25 de febrero de 2012

Sobre el chico del cabello rojo o Sobre un episodio de la realidad


El chico del cabello rojo con sus escasos seis años y once meses me preguntó ¿A qué le tenés miedo?

MIEDO a quedar atrapada en la oscuridad de una ruta solitaria
MIEDO a la velocidad extrema en la noche

MIEDO a quedarme sola
MIEDO a que muera gente que quiero

MIEDO a los enrosques de mi cabeza
MIEDO a no tener plata
MIEDO a no trabajar nunca más de lo que elijo

MIEDO a ver cosas que no quiero
MIEDO a la inmensidad de mi casa

MIEDO al abandono

MIEDO a hacerme grande y sentirme pequeña
Por lo tanto MIEDO a cumplir años

MIEDO a estar cerca, a sentir tu olor a tabaco
pero estar a miles de kilómetros de distancia
MIEDO a escuchar el arrastre de tus pies
y no verte

MIEDO a que no salga el sol

MIEDO a las peleas entre perros
MIEDO a pasar cerca de perros desconocidos
MIEDO a los rottweiler
MIEDO a los que dicen
que los perros huelen el MIEDO
Mejor dicho, MIEDO a los perros

MIEDO a los ambiciosos oportunistas
MIEDO a alguien que pertenece a ese grupo
Pero que no puedo nombrar
por discreción
Y porque no sumaría de nada
que sepan su nombre

MIEDO al determinismo
MIEDO a la ambigüedad
En todo caso MIEDO a mis contradicciones

viernes, 17 de febrero de 2012

Escrito para un hombre que podría ser mi Abuelo


Estamos apoyados en los caños fríos de la garita, coincidimos en el ser transeúntes. Esperamos el mismo colectivo, ese 143 que va desde Primera Junta hasta los confines de Hurlingham.
 Todas las madrugadas observo el mismo rostro, todas las madrugadas viajamos juntos pero sólo nos miramos. Jamás intercambiamos palabras pero parecería que nos conocemos. Muchas veces lo imagino de joven: vigoroso, bien vestido, ligero, respetuoso (esto último lo he percibido ya que siempre me deja ascender primero al colectivo, aunque muchas veces no acepté y me ofrecí yo a darle el paso).  Como decía, lo imagino del brazo de una mujer baja, de labios rojos y pelo negro, muy negro. Lo imagino sosteniendo un niño en brazos, cantando un tango o una canción de cuna que diga algo así: “Santa Ana María porque llora el niño por una manzana que se le ha perdido. Yo le daré dos una para el niño y otra para vos”.  Lo imagino recorriendo un barrio de calles de tierra. En las noches en las que hace frío, él trae unos guantes de cuero que tienen unas iniciales y yo creo que son de su mujer, las mismas iniciales se repiten en una bufanda a cuadros rojos y negros que lleva siempre. A veces lo veo más agachado y con más dificultades para andar. Para él, el tiempo gira lento y para mi, demasiado rápido. No sé cuánto más podremos soportar los inviernos crudos o los veranos tenaces, o la humedad que reseca los huesos. Por eso lo miro y disfruto mirarlo, disfruto la perplejidad de tenerlo frente a mí, aunque sea una hora, que es el tiempo que dura nuestro viaje.  

martes, 4 de octubre de 2011

Despedirse

Escribo. Te Escribo. Elijo este modo porque siento que a través de él puedo expresarme mejor. Porque siento que cuando escribo de algún u otro estoy cerrando algo (emociones, sentimientos, historias). Las palabras quedan acá, detenidas, quietas y eso me hace sentir segura. Ya lo dijeron muchos pensadores antes que yo, se tratará de algo así como “la muerte del autor”. Escribo pero cuando termino de escribir, muero. Lo que digo ya no es mío sino de quien lo recibe.


Mamerto Menapace

“La vida y el tiempo me enseñaron que el encuentro encierra despedidas”.

Conozco el dolor de las despedidas, desde mi sexto mes de vida aprendí a convivir con este sentimiento. Y en los últimos años este dolor fue marcando duro mi cuerpo. Es por esto que en ocaciones como estas me pregunto ¿qué le hace una mancha más al tigre?. Habrá que hacer tripa corazón, dirían las viejas; y en eso ya estoy curtida.

Lo triste es que sea de esta forma, abrupta, sin previo aviso. Estaba construyendo mi castillo con ladrillitos de plástico y vino alguien, me lo pateó, me lo tiró a la mierda.

Aunque duela, siempre el mejor camino es la verdad. Y si esa patada fue brusca pero verdadera (o ese mar que se lleva los castillos de arena es verdadero) seguramente habrá que aceptarlo y seguir camino. Es preferible un cachetazo sincero a tiempo que una caricia falsa.

Traté de ser trasparente en todos mis actos y es por cumplir con eso que estoy feliz. Me entregué y estuvo bien. Gracias por lo compartido, fue muy lindo el tiempo que duró.

“Conozco tus obras; sé que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, voy a vomitarte de mi boca”.

(Apocalipsis 3:15,16. NVI).

La dureza de estas palabras es implacable. Desde que las conozco las llevo como guía. No deseo la tibieza, la repudio. Es dificil porque implica un alto grado de decisión y determinismo. Implica elegir, implica abandonar ciertas cosas y ganar otras. El determinista muchas veces es criticado pero no tomar decisiones es simple y liviano. La ambigüedad siempre termina siendo mal vista. No ser tibio cuesta. Muchas veces caigo en los brazos de la tibieza pero quiero buscar siempre definirme como caliente, en todos los aspectos de mi vida (en mi pareja, en mi profesión, en mis amistades, en mi familia). Si eso es lo que quiero voy con todo y no desvio mi vista del objetivo. Pero para eso previamente hay que saber lo que uno quiere. Quiero que mis actos sean firmes, decisivos y encierren, como diría Arlt, la violencia de un cross en la mandíbula. (violencia en su sentido apasionado, sanguíneo, guerrero, para nada tibio). Si amo a alguien, quiero amarlo mucho mucho con todas mis fuerzas. No quiero medias tintas. Si entrego mi vida por el teatro, quiero entregarla toda. Etcétera con cada cosa que amo y deseo.

De lo que pasó aprendí bastante. Tienen razón los que dicen que el amor es como un espejo. En tus acciones me vi reflejada, me sirvieron para darme cuenta de algunas cosas. Me sirvió para darme cuenta de que lo que uno hace sin maldad, solo por blandura, puede herir al otro. Me sirvió para definir mis relaciones y comprender que los vínculos caretas no van conmigo. Que es mejor un no o un si firme a tiempo que un no pero si… Me sirvió para no temer ser clara y sincera por miedo al rechazo o al enojo. A veces el tratar con algodones algo subestima. Me sirvió para ver que hay que cerrar historias, porque si no cierro puertas no puedo abrir otras. Entendí que no hay que revolver el pasado porque es pasado y por algo está allí. Me sirvió para no temerle a la soledad, y no pretender agradar a todos: puedo ser la ciruela más hermosa y rica del mundo pero debo entender que hay gente a la que no le gustan las ciruelas. Buscar constantemente la aprovación de los demás es un claro signo de inseguridad. No necesito continuas adulaciones estoy segura de lo que soy. Los demás solo pueden darme una mirada, que me sirve para crecer pero que no me define por entero.

Me sirvió para reafirmar mi deseo de lo que significaría formar una familia. Tener un hijo es la mayor prueba de amor de una pareja. No quiero tener un hijo por un mandato social, ni por procrear y poblar el mundo, no para depositar en él proyectos míos, no para experimetar que se siente ser mamá. Quiero tener un hijo porque el amor de pareja que sentimos es tan pero tan fuerte que no nos queda otra forma posible para amarnos. Quiero que sea fruto de un amor eterno. Y un amor eterno no es fácil. Hay que bancársela y no todos estamos preparados para eso. Un amor eterno no es una prueba de resistencia, es un camino gozado y compartido (un camino con piedras y flores).

Quizás sea utópico pero se que no debo ser la única utópica en el mundo, habrá gente que cree en esto y lo defiende con dientes y uñas.

“El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”. Frecuentemente uso esta frase para mi pasión y para mi trabajo que es actuar pero también para mi vida. Es trabajoso amar bien, pero quiero trabajar en eso, sudar mi frente, gastar mis manos, cansar mis piernas por ese objetivo: amar bien. Como en el arte, en el amor y en todos los aspectos de la vida, el éxito requiere esfuerzo.

Quiero elegir y como dije antes elegir implica ganar lo elegido y perder lo no elegido. Entonces Elijo. Pierdo. Quizás te pierdo. También Gano.Yo elijo, solo yo, en soledad. La soledad tendrá algo que enseñarme en este momento.Voy en busca de eso que anhelo. Quiero que me amen así. Quiero amar así. Tomo decisiones. Trabajo para lograrlo. Sudo. Río. Sudo. Me canso. Me divierto. Sudo. Trabajo. Juego. Río. Río. Río mucho. Sudo. Trabajo. Es hora de seguir camino...

Si llegaste hasta acá, gracias, gracias por la lectura. Todas estas palabras fueron, por sobre todas las cosas, sinceras; van impregnadas de mi humildad y mi respeto.

Solo puedo despedirme citándolo otra vez a Roberto Arlt “y que el futuro diga”...

Buena Suerte hasta entonces.

Ariana.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

"Los graves peligros están en todas partes, y pueden atacar en cualquier momento, pero ni siquiera las heridas más profundas pueden detener que esta energía fluya y se desborde" Marshall